Vista Medina
Titulo
Villa histórica, monumental, escultórica y paisajística
Villa de las Ferias

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XVIII - FIESTAS Y REGOCIJOS. NOCHES DE SAN JUAN, CORPUS Y PROCLAMACIÓN DE REYES

179. - Noche de San Juan.- 180. - Fiesta del Corpus.- 181. - Danzas y autos sacramentales.- 182. - Proclamación de Reyes.- 183. - Jaeces y atuendos.- 184. - Entrega y custodia del pendón.-

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179. - Noche de San Juan.-

Una de las fiestas más genuinamente populares de las celebradas en Medina desde tiempo inmemorial, fue la de San Juan, precedía de una verbena que revestía caracteres de acontecimiento y que muy pocos dejaban de pasar en alborozada vigilia. De carácter más bucólico que las referidas en el capítulo anterior, no excitaba las malas pasiones ni embrutecía los espíritus. Los que ya bajamos por la pendiente de la vida hemos conocido todavía alguna reminiscencia, aunque leve y desvirtuada, de júbilo con que era celebrada cuando de madrugada nos despertaban los cánticos de los verbeneros que regresaban de coger el trébole... Y si el pueblo se divertía honestasmente, olvidando por una noche contradicciones y amarguras, los regidores que por su condición de vitalicios tenían como habitual e indeclinable función la de presidir y encuazar todas las manifestaciones populares, habían de estar alertas y vigilantes para que la jovialidad de las gentes no so nublara con episodios tristes, y salían en sendos caballos dando escolta a la muchedumbre que en carros y en otros vehículos, cuando no en el coche de San Francisco, iba al campo a dar testimonio de un alegre amanecer. Por eso, bien merecido creían tener el obsequiarse con su suculento almuerto, después de haber visto las danzas con que, según fama, aparecían sobre el horizonte el rubicundo Apolo.

Tan antiguo como el más veterano de los libros consistoriales es el acuerdo de librar maravedises para el almuerzo de la mañana de San Juan. Tomemos como punto de referencia el adoptado el 14 de junio de 1597, en virtud del cual "porque no cese una cosa tan antigua que no hay memoria de hombres de su principio" , libraron doce mil mrs. y una carga de trigo para dar el almuerzo "con mucha limitación" (1).

Claro está que el inveterado libramiento fue considerado superfluo y vitando cuando Medina, por su desdicha, quedó sujeta a la administración de la Chancillería. Esto no obstante, la verbena de San Juan siguió celebrándose y el buen humor continuó animando a los honrados medinenses, particularmente a los parroquianos de la de San Juan de Sardón. Del libro de cuentas de esta antigua parroquia, correspondiente al año 1698 tomo las siguientes partidas reveladoras del buen espíritu de aquellos feligreses: "Doce reales a Alonso García por tres días que se ocupó en entapizar la iglesia `para el día de San Juan. Diez reales a Domingo Muñoz de una carretada de ramos y cuatro reales de yerbas - romana y tomillo-- para echar en la iglesia el día de San Juan. Diez reales de manojos y cuatro rerales de maderas para las hogueras y dieciséis reales de los pegotes de la noche de San Juan. Doce reales para el papel de las luminarias de la noche de San Juan. Once reales de los trompeteros y atabales en la noche de San Juan. Veinticuatro reales de las chirimías y cuarenta y cuatro de los fogones... Catorce reales por los bueyes que se corrieron el día de San Juan". Parece que el quebranto consiguiente a la noche verbenera no les dejaba agilidad suficiente para desafiar la bravura de novillos.

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180. - Fiesta del Corpus.-

En Medina, como en tantas ciudades y villas de España, revistió la fiesta del Corpus extraordinaria solemnidad. Un dato es, por demás, elocuente. Al terminar el siglo XVI presupuestaban para las cuatro corridas de toros 300 ducados, mientras que para las del Corpus, gastaban 400. Adelantamos que el motivo y fundamento de esta fiesta era, naturalmente, religioso, la acendrada devoción popular a la Eucaristía. pero, si bien convergentes con las funciones eucarísticas, se celebraban otras expansiones y regocijos de carácter meramente profano.

Por bula expedida en 1263, el papa Urbano IV extendió la festividad a todos los pueblos de la cristiandad, y en ella les invitaba a la alegría con estas palabras: "Cante la Fe, la Esperanza salte de placer la Caridad se regocije; alégrese la devoción; tenga júbilo el coro; la pureza se huelgue; entonces acuda cada cual con animo alegre y con presta voluntad poniendo en ejecución sus buenos deseos y solemnizando tan gran festividad". Los españoles se asimilaron esta invitación pontificia y se entregaron con fe ingenua a las más puras expansiones del espíritu.

Preparativo de la gran solemnidad era el aderezo de las calles que habían de recorrer la procesión que, saliendo de la Colegial, iba, conforme al itinerario más fecuente, San Francisco, Rúa, Toledo, Segovia y Plata, cuidando su empedrado y limpieza, alfombrándolas con tomillo y yerba romana, levantando arcos de enramada y follaje y previniendo por público pregón "que todos los vecinos adornen las puertas y fachadas de sus casas y ventanas primeras y segundas con la mayor decencia".

Las buenas obras deben comenzarse de madrugada, y efectivamente, conforme al aviso repartido el día anterior por los porteros, todos los regidores, alcaldes y procuradores, so pena de cuatro escudos para los presos de la cárcel, debían de estar a las seis de la mañana en las salas consistoriales para salir en forma de villa, precedidos de porteros y alguaciles en traje de gala, yendo a la cabeza el alférez con el pendón -prerrogativa reservada a la poderosa familia de Quintanilla-- en dirección de la Colegia, donde seguidamente se organizaba la procesión en que los mismos regidores llevaban el palio de la villa "de brocado muy bueno y cual conviene para semejantes fiestas", adquirido en 1578 por la suma de 300.000 mrs. y que en 1598 hubieron de sustituir por otro de tafetán blanco con guarniciones de oro, pues el de brocado era sumamente pesado y trabajoso de llevar por estar tan recargado de aderezos. Ya den 1562 habían acordado dorarla custodia, adquirida anteriormente en fecha indeterminada, en que desde entonces pasea nuestras calles el Santísimo. Los meros espectadores eran contados, si se exceptúa la mucha gente que de la comarca acudía a presenciar la solemnidad; todos debían ser actores de aquel acto de fe eucarística, y desde el corregidor hasta el último portero, desde el noble más encumbrado hasta el plebeyo más humilde todos llevan su hacha encendida como testimonio viviente del asentimiento de su inteligencia al misterio y del amor de su corazón al sacrificio incruento.

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181. - Danzas y autos sacramentales.-

¿Actuaban en la procesión las clásicas danzas? No puedo contestar documentalmente a esta pregunta, pero su concurso era parte fundamental del programa de festejos, porque el libramiento de maravedises para pagarlas nunca falta, así como la representación de los autos sacramentales, aquellas piezas dramáticas que el genio poético de Calderón de la Barca elevó a la categoría de género literario, peculiarismo del pueblo español que comprendía, sin explicarnos ahora fácilmente cómo, las alegorías y el simbolismo que constituían la clave de su desarrollo.

En febrero de 1600 los comisarios de fiestas, Rodrigo de San Miguel y Hernández Polanco, expresan al Ayuntamiento que ellos quieren hacer la del Corpus "con la decencia que se requería, y están en concierto para hacer autos y representaciones con Gabriel de la Torre, autor de comedias, y no tienen bastante cantidad con los dichos trescientos ducados para esto, las danzas y cera que se gasta" , por lo cual pidieron se les librara otros cien ducados; petición que fue inmediatamente atendida por los regidores, a condición de que el concertado fuera el Gabriel de la Torre y no otro autor.

Las bases que los comisarios de turno fijaron para el año 1607 fueron las siguientes: "Que el autor de comedias y su compañía, en la parte que esta villa le señalare, haya de hacer dos autos de representación que contengan una historia, y una comedia por la tarde, nuevas, quella ni los santos no se hayan visto representar en esta villa ni en diez leguas en contorno". Bases que aceptó Antonio de Granados, autor de farsas, y el sitio elegido para representarlas fue el concento de San Agustín "Con que hayan de ser obligados a hacer un tablado apartado en aquesta villa, en forma della, vea las dichas comedias".

Sabido es que los autos primitivos de carácter religioso se celebraban en las propias iglesias y después al aire libre, a la luz del día, en patios y plazas. En Medina el teatro o, más bien, corral de comedias, pues estuvo mucho tiempo descubierto, no fue edificado, a expensas de la cofradía de la Cruz, hasta el año 1588, y aunque alcanzó del Ayuntamiento la garantía de una especie de monopolio, de celebrarse exclusivamente en el mismo toda suerte de representaciones, parece, por lo expresado, que tal exclusiva no fue rigurosamente observada, y se precisaba lugar más amplio a fin de que fuera mayor el número de espectadores.

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182. - Proclamación de Reyes.-

Esplendor inusitado revestían las solemnes proclamaciones de los Reyes, constituyendo al propio tiempo espectáculo de gran vistosidad y regocijo para el pueblo ingenuo e infantil que además, se permitía ampliar el crédito a la esperanza en un nuevo reinado más venturoso y en un porvenir menos preñado de negros nubarrones que el presente muchas veces miserable.

Para que nos sirva de guía haremos sicinta relación --la tiene detalladísima el libro correspondiente-- de la proclamación de Carlos II en 1666, cuando la villa estaba totalmente alicaída y mustia, pero continuaba siendo morada estable de soñares y caballeros linajudos que conservaban buena parte de la antigua opulencia. Prueba de este asentó en que los caballeros de la vecina ciudad de Ávila, interesados asimismo en hacer idéntica proclamación con el máximo decoro y ostentación, se llevaron prestados buen número de caballos y ja0eces de los medinenses, por cuha razón hubo de aplazarse aquí el acto hasta el día 1 de febrero, miércoles.

Previamente se habían levantado en la Plaza Mayor un tablado de doce pies de alto y veinticuatro en cuadro, en forma de castillo, con cuatro cubos en las esquinas, cubiertos de .lienzos de damasco y terciopelo, y los cubos de china azul celeste y dorado con las armas de la villa. El pleno superior revestido de alfombras turcas y almohadas de terciopelo alfombradas también las escaleras de frente principal que daba al Ayuntamiento.

Casa de los Arcos o del Cabildo de Medina del Campo

Amaneció el día apacible, luciendo los balcones consistoriales --que se estrenaban o poco menos-- colgaduras de terciopelo y damasco, orladas con cenefas de oro y seda; ostentando el balcón central un lujoso doncel con las armas reales, que cobijaba el retrato del nuevo Monarca con marco dorado. Muy ricas colgaduras adornaban también los balcones de ambos cabildos, con sus armas respectivas. "Todos los demás balcones, rejas y ventanas de la Plaza y calles tenían diferentes colgaduras de seda y en algunos de brocado y otras alhajas, las mejores y más bien aliñadas con el desvelo y cuidado, igual a la fina voluntad de cada vecino, supo mejor disponer y pudo adquirir, y las calles limpias y arenadas para el mejor manejo de los caballos. A las doce era tanta la gente que se halló, porque fue mucha la que concurrió desde el domingo anterior, que no se podía romper, todos con universal alegría. Los clarines y chirimías tocando en los balcones altos del Ayuntamiento y los atabales a sus puertas".

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183. - Jaeces y atuendos.-

Comenzaron por salir los comisarios con los escribanos, dirigiéndose a la posada del corregidor, D. Juan de Feloaga, "a sacarle y traerle al Ayuntamiento acompañado de los ministros de justicia, con los atabales y clarines y delante un famoso caballerizo práctico para que despejara el camino entre la multitud que por instantes crecía en número". Llegado con tan lucida corte el corregidor "estando la villa junta, todos descubiertos, dio orden se hiciera saber al alférez mayor (D. Pedro de Rivera y Quintanilla) para que viniese a recibir el estandarte, y a breve rato, por estar prevenido, entró en la plaza por la calle del Almirante", viniendo en su compañía otros veinte caballeros invitados, cabalgando en bríosos corceles lujosamente enjaezados. Recibidos ceremonialmente a la puerta del Consistorio por los comisarios, tomó el corregidor, de junto al dosel, el pendón real, hecho en forma circular de damasco carmesí con las armas de Castilla y León, bordado de oro y seda con cordeles y borlas gruesas de lo mismo y dijo estas palabras: "--Los escribanos de Ayuntamiento den testimonio cómo a ley de depósito entrego este pendón real a D. Pedro de Rivera como alférez mayor desta villa, para que en nombre de la majestad del Rey Nuestro Señor D. Carlos, que Dios guarde muchos y felices años, le levante y aclame con pública demostración en la Plaza Mayor y calles principales. Recibido por el alférez el estandarte, se organizó la comitiva. Abría marcha el caballerizo, vestido de negro, cabos de color con bastón, banda roja y plumas en el sombrero; seguido de clarines y atabales en rocines blancos, cubiertos de encarnado y blanco con las armas de la villa, y ministros de justicia, vestidos de negro, plumas en los sombreros, cabos de color, cadenas y joyas. Continuaban los veinte caballeros invitados, vestidos todos de felpa, rasos, unos bordados y otros raspados y los cabos correspondientes todos negros con riquísimas cadenas a los pechos y trancillenes de diamantes y plumas en los sombreros correspondientes a los adornos de los caballos, con las vueltas, escudos y cuellos con las capas de lo mismo que los vestidos; seguían los escribanos en caballos negros, aderezo de felpa azul, horlado de pijazo su encintado y pendiente hasta el suelo, y hechuras de soles pijazo y azul, compuestas de mil varas de colonias (cintas), plumas pijazas y azules, trencillo y joyas de diamantes y cadena de oro de almendrones, nuevos vestidos de felpa, mangas de raso negro, ferreruelos con vueltas, escudos y cuellos de felpa. Después los procuradores generales, letrados y cuatro reyes de armas, todos en caballo color castaño, vestidos enteros de tafetán carmesí y en las casacas las armas reales por uno y otro lado, medias encarnadas, botillas hasta la media piernacon espuelas doradas, cetros en las manos, espadas y dagas con guarniciones doradas, descubiertos. Iban en pos los diecisiete regidores, con galas tan preciosas como graves y costosas, precedidos por el alférez mayor, vestido con casaca y calzón de felpa, amusca con guarnición, puntas grandes de plata de Venecia, las mangas gayadas, en caballo pelderrata pisador, con ocho lacayos con libreas de paño verde, espadas y dagas con guarniciones doradas. A derecho e izquierda del alférez iban respectivamente el corregidor ("no es ponderable el gran gozo que tuvo Medina viendo a su gobernador aliviado de cuartanas") y el decano, que llevaba los pendones del cordón real. "Lo último iba con carroza de cuatro mulas, rica y varia en la hechura, que gobernaban los cocheros bien aderezados". Cuando llegaron al tablado de apearon el alférez, corregidor, decano y escribanos, subiendo con los cuatro reyes de armas que se situaron en los cuatro cubos, quedándose los escribanos en la última grada y los porteros y alguaciles en las restantes. Dando todos frente al Ayuntamiento, dos reyes de armas gritaron tres veces: Silencio. Y los otros dos reyes: --Oid. Levantando singularmente el alférez el pendón dijo en clara voz: --Castilla, Castilla, Castilla. D. Carlos II, Nuestro Rey y Señor viva muchos años. aclamación que corearon todos los presentes con gran entusiasmo. La misma aclamación se repitió dando cara a los otros tres lados del tablado.

Palacio Mayorazgo de Quintanilla, Calle de San Martín, Medina del Campo
Palacio Mayorazgo de Quintanilla, Calle de San Martín, Medina del Campo

Puesta de nuevo el orden la comitiva, se dirigió a repetir la proclamación en idéntica forma en la Plaza del Pan; en la calle de San Martín, frente al palacio de Quintanilla, domicilio del Alférez; en la calle de Salamanca y en el Corral de Bueyes. (En la proclamación de Felipe II se verificó una de esas aclamaciones en lo alto de la torre del homenaje de la Mota).

Regresados al Ayuntamiento, y junta la villa en forma, dijo el alférez: --Los escribanos no den por testimonio como vuelvo al Sr. D. Juan de Feloaga, corregidor de esta villa, el real estandarte que me entregó a ley de depósito, después de haberle levantado con pública aclamación.

"Después de dividieron en cuadrillas y parearon las calles con el lucimiento y ostentación que se deja considerar... Al anochecer se encendieron los veinticuatro hachas que estaban en el Ayuntamiento y la de los Cabildos y a imitación los vecinos de la Plaza y de las calles..., no habiendo bastantes en las cererías. A las ocho de la noche fueron los comisarios y escribanos a caballo a sacar de su posada al corregidor para llevarle al Ayuntamiento para que sacase el pendón y entregase al Cabildo de la Colegial para que le colocase en ella como estaba determinado, elección que hizo esta villa como mejor custodia..." (2).

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184. - Entrega y custodia del pendón.-

Efectivamente, el pendón utilizado en tan grave solemnidad había de guardarse --así la denominaban los sentimientos predominantes-- como reliquia sagrada, y al efecto consideraron que el lugar más adecuado era la iglesia mayor, organizando la entrega con el mismo aparato y vistosidad, no obstante la hora intempestiva.

El Abad, acompañado de su cabildo colegial, le recibió con el máximo honor y prometió custodiarle con la debida reverencia cual preciada joya. Colgado lleva cerca de tres siglos en una de las columnas centrales, sin que se volviera a utilizar porque para la siguiente proclamación de Felipe V y las sucesivas, se utilizó otro nuevo de análoga contextura que ocupa el lugar simétrico en la otra columna (3).

El lector que recuerde los agobios económicos por que pasaban los medinenses en aquellos tiempos, habrá apreciado, leyendo estas líneas, como a pesar de todo, hallaban recursos suficientes, bien para costear los festejos o regocijos favoritos, bien para exteriorizar, sin regateos, los sentimiento de acatamiento y lealtad que guardaban a los Soberanos.

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(1) - Sin alardes de fantasía podemos reconstruir los capítulos fundamentales del menú con los datos siguientes. La carga de trigo rendía 112 cuartales de pan, o 128 kilos, de los que dedicaremos el centenar a pan y los 28 a pastas. De los doce mil maravedises, apartaremos dos mil para menudencias, y con los diez mil restantes haremos tres partes iguales: una, empleada en chuletas de vaca, a razón de 15 mrs. libra --postura del año-- nos da 222, equivalentes a 102 kilos; otra, invertida en vino a ocho mrs. el cuartillo, nos da 416, igual a 210 litros, y con los 3.333 mrs. restantes tendremos las frutas y aperitivos que prefiera el lector. Es indudable que con tales provisiones, no solo los 30 regidores que había a la sazón, sino muchos otros convidados y adyacentes podía refocilarse sin "gan limitación".

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(2) - Completaremos el relato conlas mismas palabras del escribano: "Salió el corregidor con este acompañamiento y con doce pajes con hachas blancas, y llegaron al Ayuntamiento, al apearse, salieron al recibimiento muchos caballeros y habiendo subido y recogido con la justa veneración el retrato, tomó el estandarte el corregidor, y los cordones los regidores más antiguos, y los demás escribanos hachas blancas y bajarón alumbrado, yendo también los pajes con hachas blancas entre los atabares y clarines, después los reyes de armas y porteros, todos con sus antigüedades, y así llegaron a la Colegial, y los señores Abad, chantre, maestrescuela. canónigos y prebendados salieron al recibimiento hasta la puerta principal con capas de coro, delante los infantillos que sirven al altar con ropas coloradas y raquetes y hachas blancas. Los ministriles de la Colegial tocaron los instrumentos e un tiempo con los clarines, trompetas y atabales que iban delante de la villa que entró con el Cabildo hasta la capilla mayor, y la de los músicos cantó el Te Deum en acción de gracia. Salió el prior de la sacristía con dos prebendadoscon capas y cetros y cantaron el responsorio... El corregidor hizo entrega del pendón al abad D. Juan Francisco de Dueñas, previo este razonamiento: ---Habiendo Medina aclamado a su maj. y levantando el estandarte real en su nombre, acordó se entregase a vuestra señoría, fiando del celo amor y religión desta santa comunidad, le dará el lugar debido a su grandeza. Y el abad recibió el pendón con la debida reverencia y respondió: El Cabildo queda con suma estimación de la villa y suplica a vuestra señoría se sirva en su nombre darla las gracias por tan preciosa joya que le fía y procurará colocar con toda reverencia... Salió la villa en la forma que entróacompañando al Cabildo hasta la misma puerta. y el tiempo que estuvo la villa a la puerta del Ayuntamiento, llegaron en forma de compañía hasta treinta vecinos con bandera y caja, muy aliñados, unos con espadas y broqueles, otros con arcabuces y otros con picas, que todo se veía por ser muchas las hachas... todos diciendo: --Viva y viva feliz muchísimos años Nuestro Rey y Señor... y dieron principio a fijar los víctores y elogios que traían escritos en tablas sobre azul con letras de plata... Esta acción fue tan lucida que en ella se manifestó el jubilo...".

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(3) - No repararon en escrúpulos ideológicos ni en antilogías simbólicas los ciudadanos que en junio de 1873 componían el concejo medinense, puesto que para una concentración de voluntarios de la República, celebrada en Valladolid, creyeron acertado enviar a la cabeza de los de esta villa que acudieron a la misma. Cuando trataron de devolverle a su sitio, prevaleció la resolución de depositarla en el mismo salón de sesiones, acuerdo que debió anularse posteriormente porque volvió a su primitivo destino.

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